"En el reino de la sobre coma..."
ANTECEDENTE: Oyente visual, elijamos dos nombres (lo más estereotipados posibles para romper los esquemas con un toque de ají): Atahualpa y Alicia. La primera con raíces incas y tendencia homosexual, la segunda con una visión a lo típico "europesco". Elijamos un equivalente a la historia revolucionaria, la cocaína.
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Estaban las dos en esa alfombra rugosa, de tres colores familiarizados (azul, celeste y blanco), alucinando: Alicia divagaba sin rumbo por callejuelas de Amsterdam o Nueva York, queriendo siempre vivir realmente en aquellos lugares tan bien pintados con óleos realistas; Atahualpa se fundía en el rose de sus hombros con los de su compañera, se derretía poco a poco y se encarnaba en la capa de células que se contactaban. Las dos estaban nadando en cocaína por diferentes razones: Alicia por su amor a las drogas duras, a las fotografías de ella adhiriéndole a su cuerpo, al mundo populezco de alta alcurnia; Atahualpa por la obsesión de ver esa sonrisa atontada en la otra, por volver a ver caer esos ojos que parecieran estar siempre despiertos, por ver enrojecida esa nariz que hace contraste con la piel pálida de Alicia. Alicia relata todas sus experiencias con algún viril de la época, mientras Atahualpa finge entenderle y aconsejarle vagamente, cuando en realidad sólo deja que sus ojos bailen la ritmo de los labios de su interlocutora. Atahualpa está profundamente enamorada. Atahualpa conoce el amor incondicional.
Cuando se encuentran solas, Alicia pareciera ser la pareja perfecta, Atahualpa se deja embriagar por el elixir de la amistad, pero se traga la ponzoña de los esquemas sociales hombre-mujer, mujer-hombre, hombre-mujer, mujer-hombre. La indígena no hace más que reflexionar sobre su envenenamiento pasional, busca soluciones a un amor tan profundo y las encuentra, las desecha para volver a enamorarse. Alicia vive la vida drogándose, es una vividora, es una soñadora, será una adicta. La amistad de las dos va más allá de una simple conversación en la realidad, se encuentran en lo onírico y se abrazan, Atahualpa prepara todo un escenario, todo un Set & Setting para recibir a su codiciada, pero esta la bombardea con edificos, cámaras fotográficas, montañas de Nutella y botellas de Coca-Cola.
Alicia puede pensar más allá del mundo superficial, ella tiene capacidades y no las gasta por simple capricho, por la obsesión de ser una más, porque le gusta la "G" de globalización, porque adora estar en la marea. Atahualpa le descubre, le palpa, le lee, le predice y se enamora, y se enamora, y se enamora.
Atahualpa deja de arreglarle la vida a Alicia, pues conoce el origen de la droga dura: la raíz equivalente de la resistencia, del valor y la fuerza de voluntad, la hoja de coca. Atahualpa corrió entregando mensajes sin parar, de una región a otra (del cerebro) de Alicia, pero jamás utilizó el estimulante adecuado. Las dos estaban ahogándose en la adicción, los síntomas de la abstinencia y la poli-polaridad. Atahualpa revienta en declaraciones incas y lamentos aborígenes, Alicia se intoxica de confusión. La mujer europea asume vivir pendiendo de las venas de su amiga, respirar de las arterias de su compañera, purificarse de las linfas de su amor platónico...
Atahualpa deja el amor incondicional para regresar y recorrer su Camino del Inca, Alicia se muere caminando en las blancas líneas de Francia. La hoja de coca da vida y resistencia antes de toda la síntesis de la cocaína, que refina tanto lo bueno como lo malo.