martes, 27 de octubre de 2015

Sembrando el Caos



"Si la luna te tiende la mano, es porque un huevo te quiere entregar."  
 Mientras se desarrollaba la gestación de un bulbo cardíaco, aquellos quienes sembraron su semilla en la matriz del amor se rendían ante la espera. Cada uno se retiró a un hemisferio del vientre templado y ecuánime, cada uno armó su lecho con paja de trigo y paja de cebada. Así, estando cada uno en el mismo sitio, en el centro de la consciencia, se retiraron a los dos hemisferios oníricos. Uno tomó su báculo de fluidos  y despertó frente al palacio onírico; ante sus ojos se abrió una puerta emplumada y un sendero de transparente follaje, el camino estaba guiado por cristales tornasolares y entre fragmentos de recuerdos se escurrían pájaros y peces con sustancias imbricadas, aquellas que están hechas de futuros posibles, probables y condicionales. El otro llevó su alfombra de humores y se sentó frente al templo onírico, ante él había un portal pétreo poblado con inscripciones que simbolizaban crudamente lo que ocurría en las profundidades del alma; tras el portal había una pradera de colores imperceptibles, donde cada gramínea presentaba su espiga argumentativa a un Sol imponente y paciente. 
   En el andar de cada uno, las cepas de la experiencia fueron conformando la perfecta piel blanca del bulbo. El ego de cada uno llevó a que aquella semilla desplegase infinitas hojas cuya nervadura dibujaba los ríos del cuerpo. El alma de cada uno, sorprendida entre las murallas del tiempo y del espacia, concluyó en una inflorescencia perenne, así, aquel bulbo cardíaco extendió toda su existencia por la consciencia, abarcando hasta los más fúnebres rincones de la mente y las grietas más célebres de los labios. Millones de ojos brotaban a modo de tépalos, dos millones de estambres se disponían a modo de lluvia, originando un monzón polínico. Aquella lluvia de fecundación despertó a los sembradores. Se levantaron en silencio, puso el uno su báculo bajo el vegetal colosal; puso el otro su alfombra bajo el báculo; y puso la planta la abundancia sobre ellos.
Y a pesar de que en esa consciencia común, la de la unión, no tenía tierra sembrada, aquella lluvia hizo germinar la espontaniedad y el misterio, también el arte y la ciencia.
"Si el sol te muestra la tierra, es porque un ave en ella debe andar."