sábado, 17 de agosto de 2013

6. El psiconauta

En un comienzo, el primer chamán comenzó por instruir a sus futuros predicadores de la planta; cada uno de éstos tuvo que aprender a consumir una planta: dejar que ella los encuentre, o bien, encontrarla y pedirla. A pesar de que se encontraban entre frondosas selvas, había un montón de plantas que, como tribu, no habían conocido todavía ni probado, mas el primer chamán las conocía todas y cada una. La primera misión de todos sus discípulos sería llegar hasta los extremos más hostiles del planeta en busca de las plantas poderosas, conocerlas y luego compartirla para el conocimiento de toda la población, para llegar a esa realidad y aprender verdaderamente a soñar –o no soñar-. Desde entonces que una pequeña masa de chamanes se repartió por el mundo y fue en busca de las diferentes opciones en que se expresaba una planta, algunos se unieron a las arenas de los desérticos mataderos y se encontraron con poderosos cactus; otros siguieron en la selva conociendo a cuanta planta poderosa podía ser escondida por las demás, algunas lianas, algunos hongos de colores llamativos, algunas semillas envainadas, numerosas y bellas flores adornadas con peligrosos efectos y antojos; una parte de ellos se integró en los chaparrales y matorrales del mundo para encontrarse con hongos magníficos y otras hierbas difíciles de manejar; sin embargo, y a pesar de la gran variedad de lugares a los que llegaba cada uno de los chamanes, hubo muchos lugares de la Tierra en los que no había un tipo común de plantas, es decir, no encontraban su forma física. Los chamanes se vieron obligado a utilizar sus propios poderes psicotrópicos y entonces encontrarse con una verdad que el primer chamán jamás pudo revelarles: la semilla de la más excelsa de las plantas se encontraba justo dentro de sus cráneos, la gracia no era sacarla de ahí y plantarla, porque ninguna de las tierras tendría los nutrientes necesarios para su íntegro desarrollo, esto se debe a que tal semilla fue plantada en la realidad mucho antes de que cualquier ser naciera y allí, en los sesos del hombre, fue encontrada su manifestación física para los imperceptibles. Desde allí que los lugares con gran ausencia de plantas, y los que abundan también, decidieron completar el crecimiento como psiconauta mediante la música, la introspección, la paciencia, la calma. De todas estas distintas terminales de los chamanes se fueron formando las variadas sociedades antropomórficas y sus distintas maneras de encontrarse con la realidad, en este mismo plano y al pasar del tiempo fueron perfeccionando sus técnicas, ritmos, motivimientos, cantos, bailes, meditaciones, rituales en general, para darle nutrientes a la semilla de sus interiores, encontrarse con la realidad desde lo más propio de sus existencias. El humano evolucionaba como realmente se debía, evolucionaba por sí mismo.
En algún momento determinado apareció una nueva raza de hombre, un ser que fue creado a partir de otro, modificado de algo real, pobre en lo propio y apegado a las mediciones. Este hombre sin historia por detrás fue desarrollándose errante a través del tiempo y colonizando cuanto se le fuese dictado. Los instintos de este ser eran muy violentos y avaros, en todas sus células se podía encontrar esa necesidad de hegemonía. Como si hubiese existido desde siempre un enemigo del psiconauta, un enemigo de la verdad, el ser formó grandes colonias y se dispersó por el mundo para adueñarse de las tierras de nadie, llenar de prejuicios y enfermedades a las culturas y finalmente asesinar todos su instintos, de alguna manera logró sacar de la tierra a esa semilla que proporcionaba el sentido de libertad a todos los poseedores de ella, a todas las personas con historia. Se fue mezclando infinitamente con sus víctimas para poder formar ciudades y grandes metrópolis, hacer del mundo una caja de plástico donde pudiese existir toda clase de químicos que favorecieran la comodidad del sedentario y cubrir todo esto con un infantil juego de trueques con piececitas de metal en el que el más “poderoso” siempre salía ganando, estafando. Y por si fuera poco, desde que los pequeños nacían, que naturalmente tenían una potente noción de la realidad, se les instruía y esquematizaba, para que creyeran en lo bueno y lo malo y lo imaginario, se les impuso la religión. El mundo se volvió terrenal, falso, limitado, explotado, triste y desenfrenado, todo ha sido culpa de las inocentes mentes de aquellos que no conocieron su propia verdad antes de que este hombre sin historia les dominara y domesticara, estas mismas mentes tampoco daban cuenta del grandioso poder que tenían, el poder de todo, el poder de derrocar a cualquier señor que se les pusiera por encima con simplemente apartarse de sus pies.
Mientras ocurría la hecatombe de las semillas, algunas tribus y grupos de personas no se dejaron contaminar, seguían con lo suyo a pesar de que fuesen cada vez menos. Nada que ese hombre sin historia les ofreciera podía interesarles más que sus propias vidas, no se vendieron a las novedades plásticas del tóxico gobernador. Todavía hay repartidas por todo el mundo las esporas de la verdad, que despiertan a algunos imperceptibles de la polución social.
El psiconauta, a diferencia del onironauta, se separa del inconsciente. Deja la seguridad de su cuerpo para tomarle la mano a la planta que ha decidido llevarle en un viaje de puro conocimiento. Este “despertar” que tiene el psiconauta puede ocurrir por tres diferentes casos: la planta ha encontrado a su viajero y mueve todo el universo para lograr que le consuma; el viajero siente una incipiente curiosidad sobre una planta y la consume, siendo ésta una situación relacionada con el psiconauta del futuro, quien hizo la decisión desde un futuro probable y la cumplió en el presente, el lugar donde se toman tales probabilidades de vida; por último, aquel viajero que se inicia por voluntad propia, es el más curioso de los casos y concluye –o se da un real inicio- cuando encuentra la tierra en donde plantar su propia semilla y entonces ser independiente de las demás plantas. Cuando un psiconauta comienza a desarrollar su propia planta, obtiene grandiosas cosas, como el néctar de ésta que es el lenguaje del universo, néctar que se traduce en las letras de la realidad; el psiconauta se vuelve similar al gigante barbudo, puede convertirse en la lamprea.
Al momento de mezclarse con la planta e introducirse en la realidad, asume que ya no es un observador, sino un auténtico personaje dentro de todo el viaje, puede fácilmente hacer y deshacer. Lo que se hace durante el proceso tiene inmensa importancia en la vida del viajero, por lo tanto si se actúa de mala manera se puede incluso llegar a morir despiadadamente. El psiconauta está constantemente bajo el asecho de la polilla.
Luego de consumir la planta y asumir los riesgos, se da lugar a un espacio comparable con la pradera primaria: el bosque de cactáceas. Este lugar asegura que los viajeros pobres de poder no puedan cruzar a la realidad, provoca que los más débiles sean vistos como “adictos” en el mundo del imperceptible; aquellos que consumen drogas formadas a partir de plantas, también llamadas duras o sintetizadas, llegar a un lugar más doloroso aún, son ingresados en las flores de cáctus; hay otros con un poco más de poder acumulado en sus cuerpos y simplemente quedan enganchados en la multitud de espinas, en el mundo del imperceptible son aquellos personajes que consumen plantas y se quedan siempre en el mismo lugar, no tienen un buen desempeño en sus viajes y creen a los materiales como cosas interteres. El verdadero psiconauta tendrá poder suficiente y respeto hacia la planta que le va llevando hasta su realidad, conoce bien a su compañera y le agradece todo lo compartido. Es recién entonces cuando el viajero cruza sin mayor complejo el bosque de cactáceas y arriba al chagual propio, una maravillosa planta de imponente figura y flores pintadas con el color del viaje, a partir de este momento comienza a aparecer la realidad, el conocimiento y todas las dificultades que pueden ser encontradas en ella. Justo por encima de esta maravillosa planta se encontrará siempre la polilla, advirtiendo al viajero de su presencia.

Disfrute ahora su complicado camino: el complejo orden de la naturaleza, los ritmos de la realidad, lo que comunica cada una de las existencias que en el mundo del imperceptible le parecían carentes de lenguaje, aférrese a la gama de colores imposibles de describir y emular, lleve consigo sus técnicas y defensas para desarrollarlas en este lugar, aprenda de todo lo vea y sea consecuente. Usted, siendo un psiconauta, por fin ha de ser sincero consigo mismo, sus sentidos más utilizados se agudizarán y no le mentirán, incluso podrá recordar que posee sentidos tan potentes que la sensación del viaje no la podrá compartir, puede llegar a encontrar su propio nombre, utilizar miembros y extremidades que le fueron escondidos al momento de introducirse en las dificultades de la sociedad.