En un comienzo, el primer
chamán comenzó por instruir a sus futuros predicadores de la planta; cada
uno de éstos tuvo que aprender a consumir una planta: dejar que ella los encuentre, o bien, encontrarla y
pedirla. A pesar de que se encontraban entre frondosas selvas, había un montón
de plantas que, como tribu, no habían conocido todavía ni probado, mas el primer chamán las conocía todas y cada
una. La primera misión de todos sus discípulos sería llegar hasta los extremos
más hostiles del planeta en busca de las plantas poderosas, conocerlas y luego
compartirla para el conocimiento de toda la población, para llegar a esa
realidad y aprender verdaderamente a soñar –o no soñar-. Desde entonces que una
pequeña masa de chamanes se repartió por el mundo y fue en busca de las
diferentes opciones en que se expresaba una planta, algunos se unieron a las
arenas de los desérticos mataderos y se encontraron con poderosos cactus; otros
siguieron en la selva conociendo a cuanta planta poderosa podía ser escondida
por las demás, algunas lianas, algunos hongos de colores llamativos, algunas
semillas envainadas, numerosas y bellas flores adornadas con peligrosos efectos
y antojos; una parte de ellos se integró en los chaparrales y matorrales del
mundo para encontrarse con hongos magníficos y otras hierbas difíciles de
manejar; sin embargo, y a pesar de la gran variedad de lugares a los que
llegaba cada uno de los chamanes, hubo muchos lugares de la Tierra en los que
no había un tipo común de plantas, es decir, no encontraban su forma física.
Los chamanes se vieron obligado a utilizar sus propios poderes psicotrópicos y
entonces encontrarse con una verdad que el
primer chamán jamás pudo revelarles: la semilla de la más excelsa de las
plantas se encontraba justo dentro de sus cráneos, la gracia no era sacarla de
ahí y plantarla, porque ninguna de las tierras tendría los nutrientes
necesarios para su íntegro desarrollo, esto se debe a que tal semilla fue
plantada en la realidad mucho antes de que cualquier ser naciera y allí, en los
sesos del hombre, fue encontrada su manifestación física para los
imperceptibles. Desde allí que los lugares con gran ausencia de plantas, y los
que abundan también, decidieron completar el crecimiento como psiconauta
mediante la música, la introspección, la paciencia, la calma. De todas estas
distintas terminales de los chamanes se fueron formando las variadas sociedades
antropomórficas y sus distintas maneras de encontrarse con la realidad, en este
mismo plano y al pasar del tiempo fueron perfeccionando sus técnicas, ritmos,
motivimientos, cantos, bailes, meditaciones, rituales en general, para darle
nutrientes a la semilla de sus interiores, encontrarse con la realidad desde lo
más propio de sus existencias. El humano evolucionaba como realmente se debía,
evolucionaba por sí mismo.
En algún momento determinado apareció una nueva raza de
hombre, un ser que fue creado a partir de otro, modificado de algo real, pobre
en lo propio y apegado a las mediciones. Este hombre sin historia por detrás
fue desarrollándose errante a través del tiempo y colonizando cuanto se le
fuese dictado. Los instintos de este ser eran muy violentos y avaros, en todas
sus células se podía encontrar esa necesidad de hegemonía. Como si hubiese
existido desde siempre un enemigo del psiconauta, un enemigo de la verdad, el
ser formó grandes colonias y se dispersó por el mundo para adueñarse de las
tierras de nadie, llenar de prejuicios y enfermedades a las culturas y
finalmente asesinar todos su instintos, de alguna manera logró sacar de la
tierra a esa semilla que proporcionaba el sentido de libertad a todos los
poseedores de ella, a todas las personas con historia. Se fue mezclando
infinitamente con sus víctimas para poder formar ciudades y grandes metrópolis,
hacer del mundo una caja de plástico donde pudiese existir toda clase de
químicos que favorecieran la comodidad del sedentario y cubrir todo esto con un
infantil juego de trueques con piececitas de metal en el que el más “poderoso”
siempre salía ganando, estafando. Y por si fuera poco, desde que los pequeños
nacían, que naturalmente tenían una potente noción de la realidad, se les
instruía y esquematizaba, para que creyeran en lo bueno y lo malo y lo
imaginario, se les impuso la religión. El mundo se volvió terrenal, falso,
limitado, explotado, triste y desenfrenado, todo ha sido culpa de las inocentes
mentes de aquellos que no conocieron su propia verdad antes de que este hombre
sin historia les dominara y domesticara, estas mismas mentes tampoco daban
cuenta del grandioso poder que tenían, el poder de todo, el poder de derrocar a
cualquier señor que se les pusiera por encima con simplemente apartarse de sus
pies.
Mientras ocurría la hecatombe de las semillas, algunas tribus
y grupos de personas no se dejaron contaminar, seguían con lo suyo a pesar de
que fuesen cada vez menos. Nada que ese hombre sin historia les ofreciera podía
interesarles más que sus propias vidas, no se vendieron a las novedades
plásticas del tóxico gobernador. Todavía hay repartidas por todo el mundo las
esporas de la verdad, que despiertan a algunos imperceptibles de la polución
social.
El psiconauta, a
diferencia del onironauta, se separa
del inconsciente. Deja la seguridad de su cuerpo para tomarle la mano a la planta
que ha decidido llevarle en un viaje de puro conocimiento. Este “despertar” que
tiene el psiconauta puede ocurrir por tres diferentes casos: la planta ha encontrado a su viajero y mueve todo el
universo para lograr que le consuma; el viajero siente una incipiente
curiosidad sobre una planta y la consume, siendo ésta una situación relacionada
con el psiconauta del futuro, quien hizo la decisión desde un futuro probable y
la cumplió en el presente, el lugar donde se toman tales probabilidades de
vida; por último, aquel viajero que se inicia por voluntad propia, es el más
curioso de los casos y concluye –o se da un real inicio- cuando encuentra la
tierra en donde plantar su propia semilla y entonces ser independiente de las
demás plantas. Cuando un psiconauta
comienza a desarrollar su propia planta, obtiene grandiosas cosas, como el
néctar de ésta que es el lenguaje del universo, néctar que se traduce en las
letras de la realidad; el psiconauta
se vuelve similar al gigante barbudo,
puede convertirse en la lamprea.
Al momento de mezclarse con la planta e introducirse en la
realidad, asume que ya no es un observador, sino un auténtico personaje dentro
de todo el viaje, puede fácilmente hacer y deshacer. Lo que se hace durante el
proceso tiene inmensa importancia en la vida del viajero, por lo tanto si se
actúa de mala manera se puede incluso llegar a morir despiadadamente. El psiconauta está constantemente bajo el asecho
de la polilla.
Luego de consumir la planta y asumir los riesgos, se da lugar
a un espacio comparable con la pradera
primaria: el bosque de cactáceas.
Este lugar asegura que los viajeros pobres de poder no puedan cruzar a la
realidad, provoca que los más débiles sean vistos como “adictos” en el mundo
del imperceptible; aquellos que consumen drogas formadas a partir de plantas,
también llamadas duras o sintetizadas, llegar a un lugar más doloroso aún, son
ingresados en las flores de cáctus;
hay otros con un poco más de poder acumulado en sus cuerpos y simplemente quedan
enganchados en la multitud de espinas, en el mundo del imperceptible son
aquellos personajes que consumen plantas y se quedan siempre en el mismo lugar,
no tienen un buen desempeño en sus viajes y creen a los materiales como cosas
interteres. El verdadero psiconauta
tendrá poder suficiente y respeto hacia la planta que le va llevando hasta su
realidad, conoce bien a su compañera y le agradece todo lo compartido. Es
recién entonces cuando el viajero cruza sin mayor complejo el bosque de cactáceas y arriba al chagual propio, una maravillosa planta de imponente figura y flores
pintadas con el color del viaje, a partir de este momento comienza a aparecer
la realidad, el conocimiento y todas las dificultades que pueden ser
encontradas en ella. Justo por encima de esta maravillosa planta se encontrará
siempre la polilla, advirtiendo al
viajero de su presencia.
Disfrute ahora su complicado camino: el complejo orden de la
naturaleza, los ritmos de la realidad, lo que comunica cada una de las
existencias que en el mundo del imperceptible le parecían carentes de lenguaje,
aférrese a la gama de colores imposibles de describir y emular, lleve consigo
sus técnicas y defensas para desarrollarlas en este lugar, aprenda de todo lo
vea y sea consecuente. Usted, siendo un psiconauta,
por fin ha de ser sincero consigo mismo, sus sentidos más utilizados se
agudizarán y no le mentirán, incluso podrá recordar que posee sentidos tan
potentes que la sensación del viaje no la podrá compartir, puede llegar a
encontrar su propio nombre, utilizar miembros y extremidades que le fueron
escondidos al momento de introducirse en las dificultades de la sociedad.