viernes, 17 de abril de 2015

Humor

En el nido se hallaba un sentimiento, desnudo y triste, cuya piel reflejaba todos los colores que existieron y aquellos que aún no recorren la iris del tiempo. Aquel sentimiento estaba hecho de agua, pura, cristalina y sensible, y sus hilos de vida se estremecían al más ínfimo contacto de la acción; por esta razón, la madre y el padre de este sentimiento le propusieron un desafío, un nombre: reacción. 
A medida que los colores iban danzando delicadamente sobre la iris del tiempo, Reacción generaba respuestas ante los variados estímulos que ocurrían a la par de sus cienes, a la par de su corona, a la par de su piel:
-Un hombre, con su piel dibujada en turquesa, se internó en un bosque que inspiraba las oraciones del sol y expiraba cantos de tierra. Llevaba su arco y su flecha para cazar pensamientos, hacerlos suyos y devorarlos por la noche junto a su hermano fuego. Sin embargo, a medida que se internaba entre los maderos y ríos verticales no encontró más que aves y reptiles que se trazaban líneas de un árbol a otro, dibujando la cara del sol besando a la luna, el ojo del agua cuando observa la noche y la boca del viento cuando modula la vocal el palacio miceliar. Aquel hombre, entonces, se sentó a la falda de un árbol, y observó su piel dibujada en turquesa, recordó quién viajó por su cubierta con un color diferente y también lloró. En ese instante, los pensamientos brotaron de sus cejas, se elevaron hasta alcanzar el follaje denso y todos los animales cesaron su actividad: las aves paralizadas en su vuelo, lagartijas detenidas en un salto, tortugas momificadas en un paso y caimanes sepultados en un palpitar. Aquel hombre limpió sus lágrimas, tomó su arco y flecha y apuntó, sus manos tiritaban, su voluntad flaqueaba, su corazón sufría. Pero algo cambió el rumbo de su destino, su corazón no pudo con lo inmoral y brotó sobre si mismo un coral rojo, brotó desde el pecho, luego desde cada ombligo arbóreo y desde cada garganta animal. Aquel color tiñó el paisaje, los pensamientos se paseaban lentamente entre ellos a través del sendero vaporizado, de aquí surgió la imaginación. Una lluvia enraizó del todo, tocó cada alma, cada aura y también los dibujos en turquesa. Ésta era la imaginación, la creatividad. El hombre presenció entonces el principio rítmico y el principio creativo.
Aquel sentimiento, luego de explicar una pequeña fracción colorida de la realidad en su vientre líquido, dio origen a escamas tornasolares que absorbían cada uno de los colores y los expresaba según de dónde se les viese, si era desde adentro, si era desde afuera, si era siendo ellos mismos. Una vez que todas las escamas colonizaron sus límites, serpenteó sobre sí mismo hasta llegar al bosque en el que se encontraba el hombre, y se montó sobre todos las líneas turquesa que habían en el. Todos los animales volvieron al tiempo, la temperatura llegó, entonces hombre y serpiente salieron dichosos del bosque, cada uno con el corazón lleno de amor.