sábado, 2 de mayo de 2020

Divagación aislada

Un espacio ennegrecido, tan solo por el contraste y la distancia que hay entre el presente, ese lugar que habitamos en comunión, y aquel lugar sin tiempo ni espacio, pero que está y fluye. Esa dimensión donde la ilusión puede ser la única evidencia; algún respaldo material existe aquí, donde habitamos, pero se experimenta allá, donde la realidad se subleva y muestra otros tantos vértices de su verdad.

Quise tomar consciencia de mi mismo, pero llegué a la frontera. Puedo sentirlo. Puedo sentir cómo desde este lugar que se siente adentro, está ese acantilado enorme: todo lo que existe. Aquí mismo, me siento como observando una película, como si la realidad se hallase tan sólo unos kilómetros más allá de mi propia percepción. Hay una distancia entre lo que ocurre, lo que existe, y mi propia existencia.

Puedo sentirlo, puedo sentir que en este borde, esta muralla a la que me he subido, contiene tras de si un lugar que no se alberga en medio de mi carne. Pareciera que brota desde mi nuca y se extiende hacia atrás. Sólo cuando me entrego de lleno a ese sentir paralelo, cuando deshabito mis ojos y me alejo aun más de mi cuerpo presente, sólo en esa postura puedo dimensionar, percibir su forma, dilucidar su dinámica, experimentar sus cambios.

Allí me encuentro con lo que sinceramente soy. Mi personalidad, mis errores, mis traumas, aquel comportamiento errático que me lleva a la constante decepción y des-calificación de lo que pienso, digo y hago. Aquí me encuentro con esa densa versión de mi que carga con todo lo que me aleja de la mejor versión de mi.
Pero no lo entiendo bien, creo que estoy confundido. Me encuentro atrapado en medio de un organismo y lo obligo a hacer lo que, desde este lugar ilegible, deseo hacer. Y luego nacen nuevas confusiones: aquella entidad que se aloja tímidamente al interior de una masa orgánica está ligada a leyes, acuerdos morales, reglas y convenciones establecidas por la histórica alma de la humanidad.
Si lo quiero entender así, hay intenciones ajenas que trascienden todas las dimensiones. Controlan nuestros cuerpos, controlan aquella intangible agua mental, controlan nuestra voluntad.

Y así, puedo entender desde este breve análisis, que estoy compuesto por un cuerpo, por una mente y una voluntad. No soy dueño de este cuerpo, lamento no ser la mejor versión de mi para que el cuerpo que me contiene experimente su hábitat, pula cada uno de sus potenciales, reciba cada nutriente, cada partícula que pueda contener algo de combustible.

¿Soy dueño de esta mente? No lo sé, me confunde. Siento que es, tal como el cuerpo, un organismo independiente que por sí mismo tendría otros paisajes que recorrer. La mente insertada, contenida dentro de un cuerpo; una mente ajena al cuerpo, porque insiste en pensar de manera aislada y no desde lo cárnico. Pero esta mente, esta herramienta, este individuo de éter y otras reacciones químicas también esta supeditado a algo más.

Hay alquimia cuando se conforma un ser. Unir, fundir distintas materias, distintas dimensiones, en un único punto. Este presente, esta muralla sobre la cual me senté a reflexionar. Me siento esperando, reflexionando sin obtener respuesta en este espacio ennegrecido. No se a dónde va todo esto. Me confunden las convenciones, me confunde no ser un animal si tengo el cuerpo de uno.

Quizás estoy experimentando una reacción química, la alquimia de la separación de los materiales. Quizá tiendo a ser algo más simple de lo que fui.