miércoles, 30 de enero de 2013

Trece estructuras óseas talladas a mano


Cuando se pestañea, se descansa la vista. Cuando se cierran los ojos en ciertas situaciones, es para escapar de la realidad. Cuando se abren los ojos ante lo pavoroso, con intensidades guerrilleras, significa un amor por el conocimiento que supera las barreras del miedo, aquellas rejas violáceas con llamaradas azules. Se puede sentir iluminado, pero en algunas ocasiones, tanta luz nos deja ciegos, tanta ceguera nos deja mudos y sordos, entonces los demás sentidos pierden el sentido. Cuando nos enfrentamos a esa nube de revelaciones, el terror se nos encarnó en los corazones, en las venas, en las arterias, en las linfas, no por el hecho de estar situados en frente de una lápida del saber, sino por digerir un fruto prohibido. La verdad misma es tan venenosa como la ignorancia. Conocer es adentrarse en lugares clichés: selvas amazónicas, ruinas remotas, oscuridades de ultratumba, aguas abismales, paraísos inaccesibles, infiernos terrenales. Conocer es transportar una realidad escrita a la imaginación y ponerla en el lugar que pertenece, hacer propia una vivencia ajena, descubrir con tanta energía como lo hizo el original. Aprender es dejar de lado los prejuicios  del mundo vacío; aceptar esquemas y digerirlos con lentitudes pasajeras; es pararse en un altar de sacrificios en el lugar más alto del planeta, entre el sol rojizo y furioso y la luna tenue y misteriosa, entonces cruzar una pierna por encima de la otra, pararse con valor, elevar los dos brazos, levantar el mentón, dejar de lado los ojos, respirar profundamente, dirigir las palmas hacia el cielo y en planos perpendiculares, entregarse al universo entero. En aquel momento dejamos de lado toda luminosidad de la tierra, fuimos engullidos por la oscuridad falsa de la eternidad, dibujamos figuras geométricas entre un planeta y otro, trazamos líneas entre un sistema y los demás, nos conocimos los unos a los otros siendo el mismo, dejamos de ser una entidad compleja para llegar a ser millones de subdivisiones representantes de todas las esencias aglomeradas. Es en ese momento que todo lo pavoroso, todo conocimiento, todo aprendizaje, absolutamente todo, está siendo abordado por la nebulosa del propio existir, en la búsqueda de algo concreto. Una infinita cadena de gases, que nos presenta una tabla de creaciones y evoluciones, que nos explica por qué se ha creado cada una de las formas bióticas y abióticas, que nos soluciona y responde cada uno de los problemas y cuestionamientos virtualizados en una red de neuronas y, aún así, llegamos a la única verdad de que todo es mentira.

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