Revisó cuanta partícula de historia se le quedaba en
el tintero orgánico y apenas se dio cuenta de que faltaba una, desempacó. Su
locomoción retráctil le desplazaba grismente por las superficies magmáticas del
ameboide, por cristalizaciones
exóticas que se formaron en la pared del organismo, por los reflejos luminosos
que hacían un breve bailoteo entre el ser y el límite de la geoda. También visualizó,
dentro de lo efímera que es su existencia, la formación de otros gases que se
asustaron y se cristalizaron espontáneamente, aquellos gases que quisieron
salir de aquella cavidad rocosa y terminaron por disminuir la entropía
matemáticamente, ordenándose iónicamente.
Su camino se hacía cada vez más corto, pues llegaba a
la fuga de aire que se encontraba en la geoda, tapada con la partícula
histórica que faltaba para fosilizar. Allí la existencia entonaba cuanta
melodía melancólica se le cruzaba por encima y hacía vibrar todo el interior de
la cavidad, de esta manera la formación de cristales no acababa; el ameboide no terminaba su eterno ensueño
sumamente onírico; las transformaciones metamórficas de la piedra no se
detenían en su náutica desde el centro hacia el exterior de la tierra; la vida
todavía no comenzaba y la Ammonia Tepida
ya tenía todas las posibilidades del futuro empacadas, a excepción de la última
partícula del paquete, la partícula de la dicha y el quebranto.
Llegó hasta la sustancia sin problemas, ahora el
desafío es volver a su empaque antes de que reviente la cavidad al mismo tiempo
de que el viaje de la piedra llegue a la superficie de Pangea, en una sección
de tierra que los terrestres, después de todas las divisiones en base a las
consecuencias de guerras por tierras y sistemas económicos, nombrarán como
Pulpí. La situación se ponía tensa, la partícula comenzó con un flujo de
llantos y la ammonia entraba en un
ciclo de estrés, pues se estaba terminando su vida útil para la fagocitosis del
ameboide y apenas estaba alcanzando
con una de sus extensiones el tesorito vibrante. Finalmente le alcanzó y ahora
el tiempo corría al revés; en el exterior, la piedra fue lanzada desde el ultraterrestre
abisal y se aproximaba a una segunda colisión fuera de lugar, ahí en el mar,
ahí en las dunas marinas. Guardó en su interior proteico la partícula y
mientras se iba destruyendo por dentro, el ameboide comenzaba a despertar y
todavía no tenía el espacio suficiente
como para dividirse, la geoda todavía no impactaba con el agua y esto traía
como posbilidad disminuir el impacto para el rompimiento. La ammonia se tranquilizó y al llegar a su
empaque guardó la partícula histórica que le degradaba, pero antes de
asegurarle al ameboide, la piedra
impactó con alguna otra roca presente en el fondo marino que destacaba por su
altura y dureza. La partícula no hizo más que reventar en silencio y el ameboide inició una mitosis
predeterminada para generar las primeras especies de vida toti potenciales
según el medio en el cuál se encontrarían. Por último, la ammonia no tuvo más que fosilizarse para aguardar en una realidad
atemporal bañada en un futuro incierto: las consecuencias que traería la
multiplicación infinita de las probabilidades en este pequeño universo por
culpa de un desorden emocional y electrónico de las corrientes vitalicias de
una partícula utilizada para los orígenes de la vida. Ahora tendría que
entregarle a las nuevas civilizaciones todo su conocimiento en piedra en un
lenguaje poco posible de entender, sin embargo ésta forma de comunicación quedó
dentro de todas las partículas históricas que residían en el ameboide y serían heredadas a la familia
vegetal de las primeras cuatro
divisiones dominantes: Archea, Bacteria,
Eukaria, Mathematica.
Las más grandes
consecuencias las determinó a medida que pasaba el tiempo: la diferencia de
tiempos de evoluciones, las dominaciones injustas, la falta del desarrollo de
algunas especies, el desentendimiento y apatía de una de las especies con
respecto a las otras y, por último, la demora en la aparición de la cuarta
división de la vida. La Ammonia Tepida
se consoló al crear la primera metáfora. El
mañana es hoy, lo metafórico es explícito.
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