domingo, 28 de octubre de 2012

Había una vez...

Con una metamorfosis que implica la espontaneidad de mis palabras y la traducción en Trebuchet, doy comienzo a otra náutica. No tiene finalidad necesaria ni tampoco una inutilidad, su existencia compensa la de quién lo lee (si es que lee, de lo contrario no existe...).
Se me asustan los dedos en la creación del universo, sabiendo que hubo, hay y habrán otros tan hermosos y tan putrefactos.
Ni Salomón dudó en convertirse en vegetal, ni la alpaca se perdió alguna vez en el saxátil, ni siquiera alguna de estas palabras son sáxeos. Eses. 

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