Xólotl, convertido en una especie
de anfibio, logró hacerse camino entre los ponzoñosos e inmensamente frondosos
bosques submarinos de coral. El guerrero había venido desde la antípoda de la Médula del mundo con tal de encontrar el
huevo que una vez, en un tiempo remoto, un asteroide había depositado en el
cráter de ese volcán que dio origen a todos los continentes.
La historia del origen de las tierras en el planeta era comentada y compartida de generación en generación por todas las especies residentes en el globo, pero únicamente una reducida parte de ella dedicaba su cultura entera para la búsqueda de este origen y, además, el conocimiento sobre la gran maquinaria, popularmente denominada Pacha; justo al otro lado de todas las respuestas se encontraba tal lugar, una metrópolis dedicada al cultivo de guerreros y cazadores instruidos por dioses y quimeras que en algún momento osaron a disminuir la proximidad con aquel lugar tan conocido como descocido. Ni las entidades más poderosas y virtuosas han sido poseedoras de las características afines, o del poder correspondiente, como para encontrar los vestigios del Inicio en las praderas azules; tantos hombres como estrellas en el manto habían confiado sus cadáveres a la oscilante tumba sin la menor gloria o pizca de logro. Los diversos caminos y senderos que llevaban al lugar debían ser recorridos por voluntad propia del explorador, sin el más mínimo apoyo de una divinidad, tampoco con facilidades de transporte o instrucción de algún externo, según lo dictado por las memorias de aquellos que remotamente lograron acercarse y divisar el codiciado lugar; romper alguna de estas reglas significaría desatar la ira de lo que sea que custodia tal lugar por el simple hecho de acoger la ambición en sus cuerpos.
Ocasionalmente, cuando el planeta
entero era atacado por una ola de calor, se disparaban ondas de coloración
indescriptible desde donde se situaba el cráter del volcán; estas frecuencias
aterrizaban en lugares aleatorios del mundo y afectaban a embriones de
cualquier ser: vegetales, animales, bacterias, hongos, espíritus, minerales y
cristales. Cada vez que una de estas flechas energéticas era bien recibida por
el sujeto en cuestión, se entregaba esta existencia misma como una pista y
oportunidad de encontrar El Origen y el funcionamiento de la maquinaria
planetaria. Cuando afectaba a un embrión de mineral o cristal, se generaba al
instante un monolito parido desde las más inesperadas entrañas de la tierra,
que apuntaba a alguna constelación con fines todavía desconocidos; cuando una
semilla era la víctima, crecía una versión colosal de la especie vegetal y
entregaba un espacio físico para la liberación del alma, lugares sagrados para
aquellos encaminados en recorrer el universo; cuando la onda era digerida por
una espora, el organismo del hongo se extendía por los puntos de polución más
grandes e importantes, hacía que aquellas ciudades industrializadas se
pudrieran por completo y se hundieran en la enfermedad del ser; cuando una
bacteria en reproducción era afectada, cambiaba por completo su hábito y
dedicaba generaciones enteras a labores similares a la de los estromatolitos,
construyendo edificios de curiosas formas y excelente calidad para algún futuro
residente, hasta ahora desconocido; cuando un huevo de insecto era
alcanzado, se daba lugar a las plagas
que regularizaban las especies con las fuerzas más erosivas; sin embargo,
cuando un mamífero, ave, reptil, anfibio u cualquier otro híbrido de esta línea
era afectado por alguno de los rayos se daba lugar a un dios, a un coloso, a un
titán, a un demonio, a una quimera o como quisiese llamársele a cualquier
existencia con sus capacidades potenciadas hasta las nubes, por lo mismo este
tipo de eventos era extremadamente raro, no así con los hongos e insectos, que
fueron los modificadores del viejo nuevo
mundo. Xólotl fue inmolado por este tipo de suceso, pero pasó desapercibido
por su madre en toda la etapa de gestación, mas al nacer, los progenitores
notaron que su hijo podía cambiar de forma a su propia voluntad. Los padres
dejaron en secreto este hecho y dejaron que el joven, al alcanzar cierta edad,
se marchase a aquella metrópolis dedicada a la búsqueda del origen del mundo
con tal de instruirse sobre su impuesta misión, el mismo planeta la había
colocado en él. Una vez cumplida dicha edad, Xólotl optó por dejar de envejecer
y emprendió su travesía dejando atrás toda historia que acompañase su antigua
vida; llegó al centro de la ciudad para buscar apoyo y un dios con forma de ave
le acogió entre sus plumas:

El entrenamiento del guerrero se
llevó a cabo en el instante; aquel dios tomó el cuerpo de Xólotl y tocó los primeros
cinco puntos del cuerpo para despertar en éste todo el conocimiento alojado en
cada una de las células conformadas por los ciclos de vida y muerte que se
anteponían a cualquier existir. Los dos puntos restantes para la totalidad del
ser debían ser tocados sólo al momento de internarse en el camino hacia El
Origen, porque no había tiempo ni energía que malgastar. Por cada enseñanza que
el ave daba al novato, mil años pasaban; y por cada paso que este daba para
acercarse al sendero, mil años más han de pasar.
“La única manera de llegar no se encuentra en este mundo, tendrás que
hacerte lugar en el mundo real.”
Pasado un tiempo prudente desde
el comienzo del exótico entrenamiento que recibió Xólotl, al ave despidió a su
alumno en frente de un Baobab y le indicó dejar de pensar, permitir que el
mundo fluyera en conjunto con la verdad. El guerrero situó sus ojos en un punto
que no existe y la sombra que el sol dejaba bajo el árbol comenzó a levantarse,
todo aquello que conocía del mundo se había desmoronado y se encontraba nuevamente con la realidad. Las sombras
se expandieron por todo lo que los ojos de la audiencia alcanzaba a llegar;
luego, en esta ominosa escenario, comenzaron a destellar cosas aún más oscuras,
tanto que generaban claridad y un nuevo lugar se presentó, toda la sinceridad
del universo se presentaba ante Xólotl. La disparidad del lugar era tan bella y
horripilante, tan blanca y negra, tan seria y curva, mayúscula y minúscula, tan
mínima y tan extensa. Nada aquí poseería algún sentido, pero a pesar de ello
había un orden inmenso, una relación increíblemente perfecta entre todo,
generando movimientos y patrones de hermosura extrema; entre todo el alboroto
que correspondía apenas al pórtico del camino, apareció el primer gran enemigo
para Xólotl, el miedo. Aquel ser se paró justo en frente del guerrero y comenzó
a contarle toda la verdad, el mundo cambiaba cada vez que se detenía a tomar
consciencia de donde estaba y esto incluía que las reglas de cada instante
consciente eran valiosamente distintas al anterior, mientras más se quedaba en
aquel lugar, más inmensa se volvía la cavidad de su memoria y más profundo el
agujero de lo que quedaba por conocer. El Miedo estaba perforando la existencia
del guerrero, pero éste despertó y olvidó, combatió esos incipientes
pensamientos que luchaban por escapar de la hirviente superficie de su cerebro
e inundar todo el cráneo en busca de estabilidad. El miedo fue aplastado junto
con ellos y el camino de Xólotl se aproximaba despejado.
Comenzó
a andar y notó que allí se encontraba paseando un personaje muy peculiar, El
Tiempo. Aquel ser le hizo una reverencia y se apartó, le dejó ver cómo eran las
cosas sin su venenosa existencia, que se alojaba en la consciencia de
cualquiera que alguna vez se hubiera preocupado por él. Para El Tiempo le
parecía toda una hazaña que el guerrero decidiera dejar de envejecer, aquella
pequeña agrupación de células se escurrió de los laberintos temporales y logró
quedarse afuera, para tener todas las edades y no morir en el intento. Sólo
entonces aquella mezcla de luces y sombras se despejó y Xólotl apreció las
formas de vida que se posicionaban en todo el globo: raras figuras que se
hacían y deshacían, que con un paso llegaban al planeta hermano y con un
suspiro movían las estrellas. El segundo enemigo apareció, La Claridad. Ella se
ponía en los hombros del guerrero y le hacía creer que lo que veía ya no sería
tan relativo, ahora podía aprender de la infinidad de formas y niveles que
conforman cualquier cosa y en ello podía quedarse la eternidad entera, conociendo, rellenando los cráteres que El
Miedo dejó para por fin pararse en la verdad absoluta y caminar con completa
seguridad en la realidad. Xólotl comenzaba a enlentecer su andar, apreciaba
cada rara forma arbustiva o presencias micoformes y lograba discernir las
cuarenta y ocho entidades que conformaban una sola, así se estancó en un único
lugar para aprender y estar seguro. Sin embargo, un viento en el vientre le
sacó la obsesión de las córneas y le hizo comprender que ni de él mismo podría
estar seguro, entonces La Claridad fue vencida.
El guerrero se puso de pie y
comenzó a andar, intentaba moverse por aquel espacio tan extraño e irregular
según lo que había aprendido en su entrenamiento, pero nada era realmente útil.
Sólo cuando decidió olvidarlo todo, notó que los pensamientos una vez más
intentaban enraizar en la realidad, pero la ventosa que en el caso anterior le
despertó, logró llevar lejos esas semillas de la razón que tanto afectaban su
traslación en la eterna transición. Los conocimientos de todo se pusieron bajo
sus pies, sin ser poseedor de tal información, reglas, leyes o patrones de la
realidad fluían libremente por toda su existencia, Xólotl podía al fin moverse
con facilidad. El tercer enemigo había aparecido, El Poder. El guerrero ahora
que ya era nada y era todo, tenía un lugar en la realidad, podía ser un
modificador y un creador, tenía miles de universos posibles por crear y millones
de formas y especies para crear, la imaginación –lo único que no se encuentra
en la realidad- podía ser depositada aquí y entonces hacer suya la totalidad. Este
gran enemigo, digno del actual Xólotl, pudo vencerle sin que este se diese
cuenta: para el viajero todo comenzó a ser reconocible y se abrió paso con gran
velocidad entre el sendero hacia EL Origen. Lo que entendía como océano en
aquel lugar se abrió ante su figura y entre las cuevas de arena comenzó a
saltar; ahí abajo había incluso lianas de recuerdos, mares alternativos y
cascadas de esperanzas. Todas las formas de miedo se criaban allí abajo, estas
profundidades eran el criadero perfecto para los desafíos de la vida, pero ni
estos pudieron con el ambicioso Xólotl. El Poder encima del guerrero le había
hecho perder el sentido, el corazón. Con
gran habilidad, se internó en los diversos pasajes que el sendero poseía y una
lluvia de plumas estalló una vez que Xólotl llegó a las afueras del volcán. Ya
no estaba bajo las profundidades del mar, sino que ahora se encontraba hundido
en una marea de cadáveres y más allá un bosque de corales. El Poder intensificó
las cualidades de Xólotl y se pudo internar en la frondosa masa de muertos; el
guerrero corrió entre todos ellos sordamente, olvidaba que ellos fueron
valientemente sacrificados por la ambición que su vientre acogía con una
confianza distinta, al poseer poder. Era una trampa magníficamente armada, era
un juego de la naturaleza que le haría conducirse con excelencia por el
laberinto de desenterrados, cuerpos ahogados en sus errores sin la oportunidad
de arrepentirse. Cuando se zafó de todo el calvario, se detuvo a apreciar
efímeramente las laderas del cráter volcánico que en sus pies tenía como adorno
las tétricas arborescencias del coral ponzoñoso. Tomó la forma de una
salamandra para fundirse con la viscosidad de la empinada etapa del viaje y,
mientras oscilaba con la sinfonía de veneno, El Poder le fue bañando en colores
inimaginables para elevar su ego hasta aquella cordillera circundante; ya nada
faltaba para terminar de escalar las hostiles fronteras de El Origen y poder
alcanzar y saciar ese refulgente instinto que se le fue dado apenas era un
embrión. Xólotl se iba engrandeciendo a medida que se movía por los corales, su
tamaño iba aumentando y con esto la dureza y resistencia de su piel, el veneno
de los corales ya no hacía efecto en las venas del guerrero, ya que en él
corría el magma más puro de la ambición, recogido desde la pulpa más fresca de
El Poder.
Puso una pata en la cresta de una
de las montañas que conformaba la concéntrica cordillera, luego se puso él
mismo ahí arriba y se detuvo a respirar, a felicitarse. Cuando relajó todo su
ser, cuando ya sentía que había logrado su objetivo al llegar, la ambición le
hizo notar que había sido víctima de El Poder. Xólotl anduvo pisando la tierra
del sendero hacia El Origen, en vez de andar por él. La realidad se comenzó a desmorona
a la par con su vitalidad, todo volvió a ser blanco y negro, pero luego las
sombras fueron absorbidas por los guardianes del paisaje que se encontraba al
interior del cráter; pudo observar detenidamente que se encontraba en medio del
océano, parado en la cúspide de todo esto, de todo este secreto tan magno. Al
interior del cráter se había generado un ecosistema aislado, una especie de
pantanal detenido en el tiempo, los cipresales se repartían esporádicamente
entre las pequeñas dunas del lugar, la chépica crecía por donde se le
permitiera y algunas otras hierbas lograron también cruzar las alturas de la
cordillera. En el centro del lugar se encontraba la respuesta, El Origen, un
huevo con texturas curiosas; Xólotl, ya casi muerto y apunto de desmoronarse,
tropezó con algún desnivel y comenzó a caer hacia el interior del cráter. El
Tiempo hizo un salto entre los mundos y alcanzó a Xólotl, le acompañó en su
caída y le fue relatando:
“Enhorabuena, mi queridísimo. Mira allá arriba, esas nubes son del
calor y se las han arreglado para venir aquí y dejarte ver el más grandioso
evento de toda la historia de Pacha hasta hoy. En este preciso momento va a
abrirse el huevo y de él saldrá el Quetzal Negro, se posará en alguno de los
cipreses blancos y luego se irá. Es una lástima que no puedas verle por
volverte ciego de tanta ambición, también es triste que no puedas oírle… ¡Justo
ahora! ¡Escucha cómo se rompe el huevo, qué sonido más exquisito! Te has
quedado sordo y no has escuchado plegaria alguna de los otros muertos que se
han quedado allá atrás. Has llegado lejos, quizá el Quetzal lo haya reconocido
y decida darte otra oportunidad… Se me ha hecho tarde. Espero no veamos luego.”
Xólotl cayó y murió, se rompió
todos los huesos y quedó ahí al lado de uno de los cipreses blancos. Por miles
de años la resina del árbol cayó sobre su cadáver, dándole un aspecto
nostálgico a los huesos pulverizados. El guerrero pasó tanto tiempo muerto ahí,
desenterrado, que se aburrió y decidió enterrarse a sí mismo, comprender su
error y perdonarse. Esta hazaña no la lograría de la nada, debía derretir aquel
hielo que se había apoderado de todo su cuerpo, y logrado esto, debía
reconstruir sus huesos. Sin embargo, en su putrefacta vida todavía quedaba algo
vivo, el amor; ese fuego tan propio que puede llegar a quemar tanto como
cuarenta y ocho soles se encendió y evaporó toda la quietud del cadáver. Xólotl
reconformó sus huesos y su carne gracias al lodo, la resina, el aire y El Poder
– que creyó perdido en su totalidad-. Se puso de pie, y estando desnudo se
sintió más libre que cuando era un recién nacido, pues había vencido un enemigo
del que no todos logramos dar cuenta, El Destino.
Este hombre libre comenzó a armar
su vida a su propia ley, tomó materiales
del lugar y decidió salir del cráter. Volvería al frondoso bosque de coral y
llegaría hasta el doloroso calvario, para enterrar los cuerpos de todos aquellos
que ignoró, perdidos en el matorral de la realidad. Sólo entonces podría
entregarse él mismo a la tierra y exigir su nueva oportunidad en un cuerpo
nuevo al que le guiaría una vez alcanzada la edad a la que él mismo se retiró
para acoger su destino. Preparó un discurso para el nuevo cuerpo que acogería,
con tal de pedirle perdón por la petición, y se lo tatuó en todo el cuerpo:
“Tengo todas las edades, el corazón es astro, el cuerpo es armadura, el
alma es un camino. Cuando has nacido, tres grandes enemigos te permiten crecer
con naturalidad. Jamás podrás verlo hasta ser tan inmenso como ellos: El
Tiempo, El Destino y El Espacio. Sin ellos no podrías tener una vida, un
equilibrio primo o una estabilidad pequeña, pero luego hay que dar lugar a la metamorfosis
y lanzarse a la realidad, de lo contrario, tu cuerpo envejecerá y tú morirás
con él. El cuerpo es una entidad completamente independiente de uno, pero las
cosas misteriosas del universo pueden fundirlo con la personalidad propia, que
es dualidad: razón y voluntad; entonces esa masa material, correspondiente a
aquel mundo, nos conoce a la totalidad y nos permite utilizarla. Agradécele
eternamente, pues no eres más que un huésped que debe tomar consciencia del
hermoso hogar que andas vistiendo. Una vez despertado el huésped, debe dar
lugar a conocer las leyes de esta realidad, la trinidad. Tres son las cosas que
alojan tu camino en, al menos, este mundo, pues en otros los números se van
mezclado y se expresan de distinta manera, igual de bella que la que te
corresponde conocer. Tiempo, Espacio, Destino. Creación, Duración, Destrucción.
Vida, Muerte, Realidad. Existencia, Sentido, Voluntad. Cuerpo, Alma, Mente. Curiosamente, para no caer en los errores y
tentaciones, hay que enfrentar la trinidad con la dualidad: debes ser tan
guerrero como cazador.”
Xólotl se concentró en la sombra de sus huesos, la tinta negra se
esparció por todo el cráter y alcanzó las laderas de la cordillera, luego los
pies de esta; brotaron nuevamente los corales de entre los ominosos destellos y
más allá, sobre la marea de cadáveres, flotan los huevos de oruga custodios del
lamento, esperando pacientemente que alguien tome aquellos cuerpos ligeramente
inertes y los devuelva a la infinita verdad, la Pacha, para fertilizar la tierra
y en ella hacer los árboles de la vida. Un nuevo ciclo de vida es la deuda a
pagar, así la mariposa de cada muerto podrá volar.
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