lunes, 22 de julio de 2013

5. La polilla

Cuando el universo era todavía joven, todas las formas de vida que se habían desarrollado hasta entonces eran inmortales. La lepisma, quien les dio origen, notó que ninguna de aquellas formas se apuraba en existir, vivir, experimentar, evolucionar o mejorar; sino que descansaban largamente. La furia del insecto se desató en la nueva cualidad que instaló en cada uno de los vivientes, las proliferaciones en todos los sentidos posibles comenzaron a notarse y la lepisma se sintió satisfecha al asustar a sus hijos con el despojo del existir. La mortalidad se fue repartiendo equitativamente: quienes poco crearan en su tiempo serían prontamente privados de vida, a diferencia de los inventores eruditos y espontáneos, que tendrían un longevo existir en distintas formas perceptivas, se les regala el cambio de percepción.
La tarea de ir controlando la población creadora de cada especie, mediante el ultraje de la vida, la llevaría a cabo la última obra de la lepisma. Se le otorgó forma de polilla al personaje; se le brindó la poli-presencia, grandiosa capacidad de ser uno y ser millones al mismo tiempo, un espectáculo de vivencias y densa fuente de experiencia; consistencia semi-real, para facilitar la difusión y transporte del insecto; fijación a lo mortal, para asegurar la relación de la polilla con lo vivo mientras se acerca el día del despojo. Desde entonces la polilla, personal y única para cada existencia, sería el instrumento que cortaría aquella red que une a la vitalidad con un cuerpo inerte.
Su método consiste en tres etapas importantes: primero besa al presunto muerto, de tal manera se comienza a desarrollar una serie de hechos que permitirán debilitar la red entre el cuerpo y la vitalidad; luego, cuando la red ya está casi deshecha, la polilla se sitúa en la parte más izquierda de cada víctima, se bebe su vitalidad desaparece instantáneamente; por último, la vitalidad que ha de portar la polilla es llevada a la lepisma para darle un nuevo uso. Únicamente hay dos personalidades que son privadas de este proceso: el gigante barbudo y los sacrificios. Los sacrificios no se contaban dentro de muertos, pues eran entregados a otro mundo muy distinto al ser ofrendados, ya tenían una misión que cumplir antes de morir, una misión que va más allá de los cambios de estado y la muerte. Por otro lado, el gigante barbudo no participa en la labor de la polilla desde el momento en que comenzó a aprender de verdad, el conocimiento en el principio de los tiempos estaba tan descubierto, explícito y accesible que el gigante, siendo aún un pequeño ser, aprovechó la situación para absorber cuanto consejo tenía el universo sobre su joven trayecto; tanta verdad acumulada llevaron al personaje a encontrar los complicados caminos para escapar de la muerte y de las interacciones con la polilla, ni siquiera se sometió a los cambios de percepción que se le entregaba a los grandes creadores, pues cuando eran entregados a este evento perdían la memoria. La polilla y el gigante barbudo se convirtieron en eternos enemigos, cada vez que se encontraban emprendían una increíble batalla; los saberes que contenía cada uno diferían grandemente, pero no lo suficiente como para eludir las defensas del rival. A pesar de luchar y discutir largamente por los milenios de los milenios, se rendían culto y ofrendas para demostrar el grandioso respeto que tiene uno sobre el otro, actúan con tal impecabilidad que sorprenden continuamente al opuesto.
         El gigante obtiene conocimiento por sus vivencias y la innovadora forma de poseer la poli-presencia dentro de sus cualidades, gracias a su cultivo de las arañas neuronales que se dedican a viajar de lugar en lugar para consumir un paupérrimo trozo de conocimiento y llevarlo a su benefactor. La polilla, en cambio, obtiene su dichoso conocimiento gracias a su cualidad de fijación a lo mortal, que le permite presenciar todo lo vivido por el mortal. Sin embargo, hay ciertas existencias que no brindan completa entrega de información a la polilla, dichas existencias poseen la personalidad onírica. Con ella pueden realizar un escape provisional de la polilla, consciente e inconsciente unidos, y entregarse un poco a la realidad, conocer lo que quizás la polilla desconoce. Hay otras partes de la polilla, ajenas al onironauta, que pueden encontrársele durante el viaje; este tipo de encuentros es bastante común, pero la polilla, al ser específica, no puede llevarse la vitalidad del viajero. Un onironauta experimentado –con una personalidad onírica evolucionada- puede llegar a encontrar los nidos de la polilla, fuente de “poderes” que permiten al viajero elegir su cambio de percepción, morir o tomar otro tipo de personalidad onírica. Es una verdadera hazaña encontrar un nido de polilla en el universo, pero la hazaña más colosal posible es la que únicamente puede realizar el gigante, que puede encontrar el alojamiento de la lepisma para ofrendar a la polilla en su estado fundamental.

         El insecto suele dedicar su tiempo libre a excelsas actividades, como ir a dormir en las dunas de los soles, visitar el desierto al que van los sacrificios, traer materiales de las fronteras del cosmos, construir sistemas simples de astros y bañarse en ese peligroso polvo sempiterno que le seduce tanto a ella como al gigante barbudo.

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